NUESTROS LEMAS
LEMAS DE CCA-OA
Los Lemas de OA son perlas de sabiduría que condensan en una frase la filosofía del Programa de OA y el modo de actuar de éste.
Enseguida analizamos algunos de los lemas que usamos en OA, la interpretación de cada uno es la opinión personal de un miembro individual de OA y no representa a OA como a un todo, existen otras interpretaciones válidas de cada uno de estos lemas.
Básicamente, no te compliques la vida.
No te metas en enredos emocionales que sabes que te van a doler y te van a llevar a comer. Si sabes que en un determinado lugar o evento hay comida que no puedes evitar comer una vez das el primer bocado, abstente de ir, al menos inicialmente.
Si no puedes dejar de comer alimentos compulsivos, no los tengas en casa.
Si no puedes evitar comprar algo para comer siempre que vas por la calle y pasas por delante de una tienda determinada, no lleves dinero.
Si propicias mediante pequeñas acciones que tu entorno sea mas llevadero para ti, tu bienestar y tu abstinencia te costarán menos y te serán mas reconfortantes.
Como comedores compulsivos vivimos en los extremos.
Vamos de privarnos de comer lo necesario para nutrirnos, al extremo de comer compulsivamente en exceso. Y así con muchas otras cosas en nuestras vidas.
Lo queremos todo, ya.
Date un tiempo. Respira. Tranquilízate.
Si ves que quieres darte un atracón date 20 minutos, da un pequeño paseo o llama a un compañero de OA. Si cualquier asunto te desestabiliza tanto que te hace sufrir en sobre manera, no lo lleves al extremo y lo dramatices.
Tómalo con calma y tómate tu tiempo en solucionarlo, sin prisas.
Todo requiere su tiempo y esfuerzo, inclusive el dejar de comer compulsivamente.
No puedes controlar a otros. Las personas harán siempre lo que quieran cada una de ellas, y no lo que a nosotros nos convenga.
Si vives queriendo controlar a otras personas, tienes un pasaporte directo a la frustración y al dolor, porque los demás no van a actuar siempre como tú quieras.
Deja a los demás, incluso a los tuyos, vivir su propia vida, no te entrometas en sus asuntos.
Usa ese tiempo en ocuparte de ti mismo, en vivir tu propia vida, no la de otros.
Detener la compulsión por la comida para el resto de mi vida es una tarea titánica. Hacerlo sólo por hoy es algo más humanamente posible.
No tengo que pensar en mañana ni en el resto de mi vida. Me centro en hoy, que es cuando estoy viviendo.
Se que hoy no voy a comer aquellos alimentos que despiertan la compulsión en mi. Hoy se que puedo hacerlo.
¿Mañana? No lo sé.
¿El resto de mi vida? No lo sé.
Se lo que va a pasar hoy conmigo, con mi vida, y con mi comida. Así parcelando la tarea de abstenerme de comer compulsivamente un día cada vez, resulta más fácil que si pienso en que es para el resto de mi vida.
El esfuerzo que me requiere es mucho menor.
Mi prioridad en la vida debe ser recuperarme de la compulsión por la comida.
Si no estoy bien con la comida, nada esta bien en mi vida. Cuando dejar de comer compulsivamente se convierte en mi prioridad, elijo ir a una reunión, o trabajar el Programa antes que hacer otras cosas.
Eso me da paz, tranquilidad y recuperación.
Una vez he hecho lo que tenía que hacer hoy para estar bien con la comida, me queda tiempo para hacer otras cosas.
Si estoy mal con la comida, terminaré antes o después en brazos de la depresión, las indigestiones, de la cocina al sofá; entonces no tendré tiempo para nada, solo habrá comida en mi cabeza.
Lo primero soy yo, por encima de todo, y para tenerme a mi mismo necesito trabajar el Programa de OA. Si no, no tengo nada, porque me pierdo en mi obsesión por la comida.
Cuando vayas a una reunión, fíjate en aquellos que lo están logrando.
Pregúntales cómo lo hacen.
No salgas de la reunión corriendo, tómate tu tiempo para preguntar y escuchar. Ese es el momento de aprender sobre cómo se lleva a cabo el vivir en recuperación.
El ejemplo es tu mejor aliado. Si otros pueden, tú también puedes, porque al fin y al cabo no somos diferentes.
Pregúntale a esa persona cuya recuperación te gusta, cómo estaba cuando llegó a OA y qué ha hecho para llegar hasta donde esta hoy.
En las reuniones recargo mis ganas de vivir, de continuar adelante a pesar de esta enfermedad.
Allí tomo el ejemplo de otros que viven en recuperación, renuevo mi compromiso conmigo mismo y con mi recuperación.
Si dejo de ir a las reuniones, me entrego al aislamiento y a la soledad. Como yo solo no puedo con la comida, necesito todo el apoyo de mis compañeros de OA para recuperarme.
Así que pase lo que pase, sigue viniendo, y aunque no estés abstinente, estarás en el sitio adecuado para empezar a estarlo.
El cuidar de mi es una prioridad.
Antes me daba igual cómo me encontraba porque todo era dolor que mitigaba con comida.
No me importaba cómo estuviera ni lo mal que me encontrara, siempre había comida a mano para tapar el vacío que sentía.
Ahora que ya no recurro a la comida para anestesiarme ante el dolor de la vida, necesito cuidar de mí, de mis emociones, de mis necesidades, para así no encontrarme tan mal que ante un bajón o depresión, la opción de un atracón se convierta en atractiva.
Tampoco puedo permitirme el lujo de llegar a estar demasiado Cansado, Hambriento, Enfadado ó Solo, pues he notado que estos estados me generan ansias por comer y pueden llevarme al atracón.
He de comer lo justo y necesario para vivir sanamente, ni más ni menos.
Esta es la clave del funcionamiento de los grupos, como herramienta. Encontramos fuerza en la debilidad.
Apoyo en los que sufren lo mismo que nosotros mismos.
Comprensión y ejemplos a seguir en aquellas personas que se están recuperando de nuestra misma enfermedad de comer compulsivamente.
Aprendemos de su ejemplo lo que hay que hacer y el trabajo interior necesario para sobreponerse a los dolorosos atracones. Cuidamos los unos de los otros.
Una llamada a tiempo a un compañero y se evita un atracón.
Esa es la Unidad de OA, que surge de admitir que no podemos con la comida, que necesitamos ayuda para recuperarnos y que solo una persona que ha vivido esta enfermedad puede darnos esa ayuda trasmitiéndonos su propia experiencia.
Vive hoy con el propósito de tener un buen día.
Aprecia la belleza de las pequeñas cosas.
No cargues el peso de toda tu vida día a día. Es más importante como te encuentres hoy, que aquellas cosas que pasaron hace años o que aún están por llegar.
Sé feliz hoy, y dejar de comer compulsivamente te será mucho más fácil.
La felicidad no viene a través de sucesos externos a ti o de otras personas. Es un estado mental que cada cual construye a su alrededor, que se aprecia en las pequeñas cosas; en una sonrisa, en un acto desinteresado y altruista, en ser amable y dar las gracias.
Es una cuestión de actitud ante la vida, en tu rutina diaria. Si cada día es mejor que el anterior, la sucesión de días, una y otra vez, dará como resultado que tu vida mejora poco a poco.
Para la recuperación de mi enfermedad es vital el positivismo, la alegría de vivir, el creer que la vida merece la pena, la esperanza… igual que aceptar que tengo una enfermedad y quiero curarme con toda la ayuda que pueda recibir.
Mi enfermedad consiste en que experimento la adicción a la comida, experimento comportamienos compulsivos con la comida, especialmente ante ciertos alimentos y emociones.
Como comedor compulsivo me refugio en la comida ante el dolor y sufrimiento personal para esconderme en el placer que me proporciona la comida.
Pero los atracones de comida más que paliar el dolor y solucionar el problema, lo aumentan.
Cuando se me pasa la borrachera de comida, el problema sigue ahí, y volveré a comer para no sentir, cayendo en un círculo de comida, dolor y depresión.
Muchas personas han intentado poner final a este círculo auto imponiéndose dietas. Pero el dolor seguía ahí, no habían solucionado nada.
Así que para mi es primordial vivir bien, ser feliz conmigo mismo, verle color a la vida. Lo principal es alejarme de la negatividad.
También es vital solucionar mis problemas y no dejarlos estar ahí, haciéndome daño. Y si estos problemas son superiores a mí, sin solución aparente, pedir ayuda, hablar sobre ello, confiar en que se solucionaran.
Finalmente está la positividad mental. Reprogramar mi mente para no recrearme en mi dolor, si no hacer cosas que me den alegría y ganas de vivir.
Cosas pequeñas y sencillas, como ver un atardecer, pasear por un parque, llamar a un amigo, escribir los sentimientos incómodos para que salgan de mí, y luego reescribiéndolos de manera positiva.
Necesito esforzarme por ser feliz y vivir bien, darle un vuelco a mi vida, porque cuando estoy mal, y caigo en la negatividad, caigo en los atracones y eso me puede destruir.
Así que intentare que cada vez que me venga un sentimiento o pensamiento negativo, sustituirlo por uno positivo que me hace bien.
Así podré evitar los atracones. Para mi es cuestión de supervivencia.
Al principio del libro Un Nuevo Comienzo, nuestra fundadora Rozanne, habla sobre cómo el Programa de 12 Pasos bien trabajado por un miembro de OA comprometido da como fruto un cambio hacia una mentalidad positiva.
Este lema es uno de los pilares fundamentales de esto. Es lo que siempre se ha dicho de «ver el vaso medio lleno o medio vacio».
Al escribir agradecimientos diarios por recomendación de mi padrino, he logrado dar las gracias por las cosas buenas que hay en mi vida, y no vivir centrado en lo malo que hay en mi vida.
Así pues, me doy cuenta de que en mi vida también pasan cosas buenas, y estoy agradecido por ellas.
Paso de ser negativo a ser positivo. Y así poco a poco, la depresión que me llevó a buscar la comida como modo adictivo de autodestrucción y anestesia mental, va desapareciendo. Ahora lo veo claro, es mejor vivir agradecido por lo que se tiene (aunque sea poco) que vivir llorando lo que no se tiene.
Este es un Programa de acción.
Llegué a OA al límite. Sumido en la depresión, destruyéndome con atracones, incapaz de parar de comer o de controlar qué comía y cuándo comía.
¿Quiero salir de esto?
¿Quiero dejar de sentirme así?
¿Qué voy a hacer para salir de este estado tan doloroso y mejorar mi vida?
Muchos nos abandonamos a este estado, porque no sabemos cómo salir de ahí.
El pedir ayuda, reconocer que no podemos con esta situación, es una de las primeras acciones que un comedor compulsivo debe hacer para iniciar su recuperación.
Pero para eso, debe querer curarse. Nadie va a sacar a un comedor compulsivo de la pesadilla de la compulsión por la comida en activo.
Nadie.
Sólo si esta persona quiere mejorar, salir adelante, y desea la recuperación, podrá hacerlo, y pondrá de su parte.
Es vital hacer, poner medios, escuchar, aprender, ir a reuniones, escribir, llamar, hacer todo lo posible, parar recuperarme y no estar a merced de la enfermedad.
La perfección no existe, es una ilusión.
No puedo tener un cuerpo perfecto a base de matarme a ejercicio y controlando mi manera de comer al máximo.
Aún así mi cuerpo recordará y tendrá las secuelas del daño que le ha hecho la enfermedad.
No puedo aspirar a que a partir de ya y para el resto de mi vida voy a ser tan perfecto que no voy a volver a comer nada que me aleje de mi idea de perfección, belleza y delgadez.
No puedo ser tan orgulloso de creerme perfecto y ser mejor que los demás.
No soy perfecto, pero puedo mejorar. No puedo tener un cuerpo perfecto, pero puedo mejorar mi autoestima y estar más a gusto conmigo mismo, mejorar lo que Dios me ha dado, mejorarlo, gustarme y aceptarme a mi mismo, en contraposición a la tortura de la búsqueda continua de la perfección inalcanzable.
Porque el cuerpo perfecto, la belleza perfecta, no existen, son una ilusión creada por los medios de comunicación mediante tecnología.
Tampoco puedo creerme que a partir de mañana voy a ser tan perfecto que no volveré a comer esa comida que sé que me hace tanto daño.
Nadie tiene esa fuerza de voluntad para el resto de su vida.
Nadie puede prometer nada de por vida. Antes o después la voluntad humana flaquea y se baja la guardia.
Para qué prometerme algo que sé que antes o después no voy a poder cumplir.
Pero sí puedo asegurarme de que al menos hoy no voy a comer esas cosas.
Hoy, hasta que me acueste.
Mañana no lo sé.
Soy uno más en este mundo, ni mejor ni peor que todos. Igual que los demás, con mis puntos buenos y malos, y es eso lo que me hace único, especial.
Si me creo perfecto, cuando me encuentre con alguien que yo crea que es mejor que yo, la envidia y la frustración harán mella en mi.
Así que soy como los demás, ni mejor ni peor.
Antes de llegar a OA pensaba que a nadie más le pasaba lo que a mí.
Ahora sé que hay otros con mi misma enfermedad, otras personas que me pueden entender y en las que puedo confiar.
Recuperarme de mi enfermedad es salir de mi aislamiento, de mi soledad, de mi egocentrismo.
Sólo cuando me abro a los demás y comparto mi sufrimiento es cuando puedo recuperarme.
OA y mi Poder Superior siempre están ahí para ayudarme.
Todo conocimiento que me guarde para mi sola se me olvidara; en cambio al compartirlo con otra persona es cuando lo hago mío.
Porque compartiendo con otros me abro a un mundo de sabiduría.
Yo doy y se me devuelve cien veces multiplicado, porque Dios actúa a través de los demás. Él hace que lo que yo diga vaya a parar a la persona que en ese momento lo necesita, y al mismo tiempo me hace llegar de otra persona lo que necesito yo.
No son coincidencias, así actúa Dios.
Lo que yo descubra y no comparta se me olvidara y se perderá, en cambio al compartirlo, ese mismo mensaje me será devuelto de nuevo cuando mas lo necesite, y así podrá permanecer conmigo siempre.
Ser una persona honesta, significa que entre lo que digo y lo que hago no hay diferencia.
Cuando digo una cosa y hago otra, no estoy siendo sincera con los demás ni conmigo misma.
Atrae más la acción que la promoción.
Puedo transmitir a otros que el Programa de 12 Pasos funciona si pueden ver en mí los resultados.
Mi enfermedad y mi sufrimiento provienen de buscar siempre en el exterior.
Nada de lo que tanto ansío obtener de fuera: belleza, status social…puede darme la felicidad, porque la felicidad es algo que nace de mi interior cuando estoy conectada con Dios.
Sólo en ese estado tranquilo consigo acallar mi mente y estar en paz.
La adicción a la comida es la enfermedad del yo, yo y yo, es la obsesión conmigo misma, con mi cuerpo, con un mundo de perfección donde no pueden haber fallos.
Esto me obliga a estar todo el día en tensión, juzgándome.
Me impide observar la realidad, conocerme y disfrutar.
Sólo cuando dejo de obsesionarme conmigo misma, cuando dejo de juzgarme y admito mis defectos como algo natural, soy capaz de estar tranquila y en paz.
El cambio mental de la negatividad y la depresión a la positividad, la esperanza y la fe, ha sido para mi uno de los puntos más importantes de mi recuperación.
¿Cuándo me hago la pregunta, vale la pena que mi actitud se contagie?
Miro en mi interior y me examino a mi mismo.
Pienso cómo seria si todas las personas estuvieran como yo.
Si estoy negativo y depresivo, todo el ambiente que me rodea se vuelve oscuro, depresivo y asfixiante.
Yo no quiero vivir así.
Cuando voy por la vida con una sonrisa, trato a otras personas con cortesía, y busco la felicidad de las pequeñas cosas; la positividad viene a mí y la depresión desaparece.
Para lograr esto a veces he de actuar «como sí«.
Cambio mi lenguaje, no insulto, ni me quejo continuamente. El poder que tienen las palabras proyectadas sobre las personas que me rodean es increíble.
Con esto poco a poco construyo un ambiente positivo a mí alrededor. Algo que es muy importante para mi recuperación, porque si vivo feliz, no necesitaré usar a la comida como vía de escape para tapar el dolor.
Esta es la esencia de soltar riendas, del no controlar, del ser impotente ante mi vida.
Antes yo siempre pensaba para mis adentros -como en un sueño infantil- que quería ser guapo, rico, famoso y tener una pareja guapísima.
Quería el éxito. Pero era realista, me decía para mí, eso me pasará en unos 5 años. Mientras tanto me daba permiso para comer todo lo que quisiera.
Sin embargo, en la laguna de tiempo que había entre mi presente de entonces y ese margen de tiempo de 5 años que me daba, no planeaba nada.
Se lo exigía a la vida, simple y llanamente, y creía infantilmente que yo me lo merecía puesto que había sufrido mucho y ya era hora de dejar de sufrir.
Así, con el trascurrir de los años y ver que las cosas no cambiaban, la frustración y el dolor era tal que seguía revolcándome en la comida como falsa manera de mitigar el dolor, pero lo que hacia era agrandarlo aún más.
Gracias a OA, he aprendido a reprogramar mi mente. A pensar en hoy. Me han enseñado a plantearme la pregunta ¿Qué puedes hacer hoy para que ese futuro que quieres para mañana se cumpla un poco más hoy día?
Ahora sé que mi mañana es una pizarra en blanco, y que pensar sobre él es hipotecarlo.
Así que actúo como si hoy fuera un poquito más feliz, pasito a pasito, pienso cómo me comportaría si fuera feliz, y disfruto de las pequeñas cosas y de las pequeñas victorias.
Yo hago mi parte, los resultados se los dejo a Dios.
Hay un refrán que dice «No es más rico y feliz el que más tiene, si no el que menos necesita.»
Si mantengo unas expectativas reales sobre mi, es mucho mas fácil que se me cumplan. Así saborearé las victorias, por muy pequeñas que sean.
Además la perfección no existe, no puedo pretender ser perfecto, porque no lo voy a lograr y me voy a sentir frustrado continuamente.
Pero sí puedo trabajar el gustarme más, el aceptarme como soy, ver que aún dentro de mi imperfección tengo muchas cosas que me gustan, y otras que no me gustan, pero que estoy mejorando.
Centrarme en mi, en cómo soy, en cómo me comporto, y no tanto en las cosas que tengo o en el estatus social en el que vivo.
Aceptar las cosas que ocurren en mi vida como son, significa que adapto mi manera de vivir a ellas. Me conformo con lo que hay, trabajo poquito a poquito por mejorar, y acepto las cosas tal como son.
¿Cómo he aprendido todo lo que sé de OA, de mi enfermedad con la compulsión con la comida, de cómo trabajarla y poder vivir con ella?
Del ejemplo de otras personas que se están recuperando.
Cuando llegue a OA vi claramente a las personas que estaban abstinentes y que se estaban recuperando, viviendo felices y libres de la obsesión por la comida y el peso.
Yo quería la luz que ellos y ellas tenían. Hice lo que ellas hacían y empecé a vivir bien, de igual manera que esas personas viven hoy día.
Yo llegue a OA buscando una solución, desesperado.
Con el tiempo he aprendido tanto de mi adicción a la comida, que mucha gente de fuera de OA se queda maravillada al ver cómo llevo mi vida.
A veces cuando hablo con esas personas ajenas a OA y a grupos de 12 Pasos, se sienten identificados conmigo.
Mi ejemplo les vale. En un momento dado yo no sé quién me podría estar observando y necesite el mensaje, porque esas cosas se llevan por dentro y en secreto.
No voy en contra del anonimato, no voy desvelar mis secretos a cualquiera. ¿Pero si hay personas que me preguntan cómo lo has logrado?
Mi respuesta es: fui a comedores compulsivos, y deje de hacer dieta. Perdí 50 kg y me mantengo.
El shock de esta respuesta les suele hacer quedarse muy intrigados, y al menos querer saber más.
Quien venga o quien no, quien se quede o quien no, ya no depende de mi, pues hay muchos otros caminos y OA a mi me ha funcionado, y cada cual tiene su momento y su forma.
Como comedora compulsiva, irreflexiva, planificadora, controladora, quisiera que mi vida fuese siempre igual, que nunca variara, así podría retener uno de mis mejores días y no comer.
Pero la vida no es así, la gente cambia, las ciudades, yo cambio.
Incluso cambia mi recuperación, cuando empecé en OA, yo tenía una abstinencia muy permisiva, pues tenía mucho miedo de dejar los dulces, y cuando me comía una chocolatina lo llamaba resbalón.
Hoy mi concepto de abstinencia ha cambiado, si me como una chocolatina recaigo.
También ha cambiado mi concepto de un PS y mi compromiso con Él.
Le entrego más mi vida y vivo con más serenidad.
También voy aprendiendo que la gente no cambia porque y cuando yo quiera. Pero siempre puedo cambiar yo, poniendo mis límites, aceptando y respetando a aquel a quien quiero cambiar.
Yo siento que este lema se refleja en muchas áreas de mi vida, pero especialmente con la comida.
Yo esperaba adelgazar y seguir comiendo compulsivamente. Y veía cómo una y otra vez me daba atracones al terminar la dieta.
Si mi recuperación en OA no hubiese evolucionado, yo estaría igual o peor que cuando entré.
El discutir con mi marido siempre por las mismas cosas, me lleva siempre a las mismas peleas, él no va a cambiar porque yo le diga lo mismo, de la misma forma 100 veces.
En este caso mi constancia y perseverancia no me funcionan.
Cuando yo cambio mi actitud, en lugar de pelear, oro, establezco mis límites y acepto y respeto tolero su forma de ser, todo cambia.
Resulta que si algo no me es como a mi me gusta, es porque no estoy siguiendo el camino correcto.
Cuando obtengo mejores resultados es cuando no me dejo dominar por mis defectos, trabajo con mi madrina, veo los límites que tengo que establecer y las cosas que tengo que aceptar, oro cuando me enfado, en lugar de responder de inmediato a cualquier estímulo.
Así puedo vivir con serenidad.
Yo antes creía que me podía curar. Que OA estaba muy bien, pero que si era la mejor trabajando los Pasos, si hablaba con un mínimo de 3 compañeras al día, si tenía al menos seis ahijadas, al cabo de un tiempo, me curaría.
Y cada cierto tiempo probaba un poco de aquello que era compulsivo y podía parar.
¡Que regalo!
Estaba ilusionada, creía que iba por el camino de la curación.
Pues ese camino me llevó a una recaída de año y medio y veinte kilos extra.
Al regresar, acepté que la actitud que tenía era como el envenenamiento con cianuro, que en pequeñas dosis, no hacía efecto inmediato, pero el veneno iba entrando en el cuerpo, hasta que había suficiente veneno como para olvidarme de todo lo aprendido en OA.
Así es como veo el primer bocado, en mi caso, un primer bocado no me lleva al atracón, pero me envenena el alma, me da el subidón del azúcar entrando en mi cuerpo, seguido de una depresión. Pero nunca sé cuándo voy a tomar el bocado que me lleva directo a la amnesia.
Le tengo mucho respeto a ese primer bocado.
Después de año y medio de abstinencia, tomé uno de esos primeros bocados. Me dio mucho miedo ver los efectos que obraba en mí. No llamé a nadie, lo tomé y empecé a sentir tantas cosas, que cuando iba por el tercer trocito, empecé a orar.
Pude salir porque oré, llamé a compañeras y fui a una reunión. Pero jugué con fuego, y me volvió el respeto y el miedo a ese primer bocado.
Lo veo muy claro en la primera copa del alcohólico, pero no así con mi primer bocado. Sólo por hoy lo veo, le temo y no lo tomo.
Llevo ya cuatro meses de abstinencia y sólo por hoy no me como ese primer bocado compulsivo que tanto daño me hace.
Recuerdo que un compañero un día me dijo: aceptación es aceptar lo inaceptable. Lo entendí, pero no veía cómo aceptar lo inaceptable.
Al cabo de tres años, he visto que si me libro de mis defectos, y veo las cosas sin juzgar, sin emitir opiniones, sino que las siento y si no me gustan veo qué defectos míos hacen que no me gusten, las termino aceptando.
Para mí lo difícil es saber dónde está el límite de la aceptación y dónde tengo que poner mi límite personal y no permitir un abuso.
Pues esa respuesta también la consigo en los Pasos, orando, trabajando del Cuarto al Séptimo Pasos y compartiendo mi trabajo con mi madrina o mis compañeras.
No me doy cuenta de este tipo de situaciones si no hago mi inventario diario, mientras que si lo hago y lo escribo veo mejor la vida.
No logro aceptarlo todo a la primera, aún me falta mucho camino por andar; pero sí veo que cada día que pasa estoy más cerca de mi PS y esto me lleva a alejarme de mis defectos.
Para mi, aceptar es ver una situación a través de los ojos de la recuperación y no a través de los ojos de mis defectos.
Dios cuida de mi no puedo negarlo.
Muchas veces rezo por que me pase algo, y me pasa; o ante un problema, rezo, lo dejo en sus manos, y ocurre lo mejor para mi.
Cuando tengo un problema, de repente me pasa algo bueno y se soluciona.
Un milagro, tal como yo lo entiendo, no es una manifestación sobrenatural. Son esas pequeñas cosas que me pasan en la vida sin que yo las espere, y que hacen mi existencia un poco mejor.
Son esas cosas que las personas normales pasan por alto y no agradecen, pero que yo, tras haber despertado espiritualmente con el Programa de 12 Pasos, aprecio, agradezco y me doy cuenta de ellas.
Como cuando llegue pronto a trabajar, aún teniendo una de las carreteras más atascadas de mi ciudad de por medio.
Voy en el coche y me digo que Dios cuida de mi, que el no va a permitir que yo llegue tarde al trabajo y mi jefe se enfade conmigo, y entonces llego bien por mucho tráfico que haya.
Es el destino, la vida, llámalo como quieras, que por una mano oculta, va girando, moviendo los engranajes, encajando hasta que me pasan cosas buenas, de las que otras personas no se dan cuenta.
Yo resumo todo esto en tener confianza y Dios proveerá. Y me funciona. Vivo mucho más confiado, agradecido y con menos miedo.
Y así veo como se van cumpliendo en mi vida las Promesas del Programa:
«perderemos el miedo a la inseguridad económica«, «nuestra visión de la vida cambiara«, etc.
PARA MAYOR INFORMACIóN ENVÍA CORREO
contacto@ccaoamexico.com